
Santa María,
Madre de las ovejas heridas,
tú que fuiste protegida por Dios de todo pecado
y fuiste conservada Virgen por Él,
intercede por nosotros, pequeñas ovejas,
heridas en nuestros cuerpos y nuestras almas
por los abusos de pastores asalariados,
que pretendían ante nosotros
que la fidelidad a Dios pasaba por ellos.
Tómanos en tus brazos,
protégenos, acarícianos
para que, puestos en tus manos
no perdamos la fe,
nuestras heridas vayan sanando
y podamos nuevamente
alabar a nuestro Buen Pastor
con todo nuestro cuerpo y nuestro espíritu,
como tú hiciste en el Magníficat.
Ruega por nosotros,
santa Madre de Dios,
para que seamos misericordiosos como tu Hijo,
Jesucristo Nuestro Señor.
Amén.